Estaba conversando con Miss Antaño 1987, una señora que ahora tiene 85 años de edad y una salud envidiable.
Ella venía excitada de una visita al médico oculista, y con una sonrisa
que descubría la alegría mayor que la embargaba. Se bajó del bus de un salto. La viejecita se miraba bailando con pequeños pasos livianos sobre
un pavimento negro y caliente; apuró aún más el paso dando la sensación que volaba ayudado por la brisa refrescante que tenía a su espalda.
- ¿ Y..?
- ¡No necesito operarme! ¡Me lo acaba de decir el doctor! - me contestó ella con una alegría tan inaudita, que los gritos salidos de su boca
podían disculparse .
- Vaya. Cuanto me alegro por Ud. Esto hay que celebrarlo – dije yo al momento de extender el brazo en busca de un par de cervezas bien frías.
A Doña Fidelia le había declarado una catarata. De eso hace ya más de un par de años, y como era tan pequeña , el médico había optado por esperar a que creciera para poder operarla. No se podía operar una catarata tan pequeña, y el riesgo era dañar el ojo de Doña Fidelia. Al calor de las heladas, me confesó su secreto:
- Es la miel del chumelito – me dijo a modo de confesión – la que me salvó del matasanos.
- ¿ Cual dice? – pregunté yo en forma espontánea.
- ¡La miel de chumelito, hijo!. Esa que tengo en aquella alacena- dijo señalando con su dedito arrugado para una estancia llena de hierbas y
otras cosas que utilizan los brujos y los médicos homeópatas.
- ¿ Puedo verla?- pregunté, y sin esperar respuesta, me levanté en
busca del dulce milagro del chumelo.
Ahí estaba. En un envase de plástico, recordando las gotas oftalmólogas que venden en las farmacias.
- Cuarenta y cinco pesos me costó el botecito – me confió ella- pero fueron bien gastados. En mi infancia, los chumelitos hacían la miel en
el tronco de un árbol, pero ahora hay pocos.
Así iniciamos la plática de lo acontecido. En la visita al médico, le vieron el ojo con un montón de aparatos y cosas raras. Luego de
revisarle un par de veces, vino la sentencia:
“Increíble doñita, pero tiene el ojo bien limpio. No hay necesidad de operarla”.
Así había dicho el galeno. Ante mi pregunta si ella había contado su tratamiento homeopático, me dijo que no.
- Los médicos no creen en esas cosas. Esos solo creen en la cuchilla, y
ya está – y todo eso sonó como alguien que tiene una operación escondida en algún lugar de la memoria y olvida que un doctor vende la miel de chumelo.
Miss Antaño 1987 me confiaba el milagro de las gotas de miel en su ojo:” Arde como no tenés una idea. A Dios gracias, ya terminó todo. Ahora le prendo una candelita a la virgen para que me salve de otros percances”
En el frasco, leo: Eco-life. Dr. Roberto Carlos Galvez. Miel de
Chumelito. Y pensaba cómo era posible que un médico se volviera
chumelito e hiciese miel tan rica, o se hiciese rico con la pobre miel
de chumelito. Lo que sí es cierto, es que a Doña Fidelia le funciona.
Atte.
Pipilenca
Estaba conversando con Miss Antaño 1987, una señora que ahora tiene 85 años de edad y una salud envidiable.
Ella venía excitada de una visita al médico oculista, y con una sonrisa
que descubría la alegría mayor que la embargaba. Se bajó del bus de un salto. La viejecita se miraba bailando con pequeños pasos livianos sobre
un pavimento negro y caliente; apuró aún más el paso dando la sensación que volaba ayudado por la brisa refrescante que tenía a su espalda.
- ¿ Y..?
- ¡No necesito operarme! ¡Me lo acaba de decir el doctor! - me contestó ella con una alegría tan inaudita, que los gritos salidos de su boca
podían disculparse .
- Vaya. Cuanto me alegro por Ud. Esto hay que celebrarlo – dije yo al momento de extender el brazo en busca de un par de cervezas bien frías.
A Doña Fidelia le había declarado una catarata. De eso hace ya más de un par de años, y como era tan pequeña , el médico había optado por esperar a que creciera para poder operarla. No se podía operar una catarata tan pequeña, y el riesgo era dañar el ojo de Doña Fidelia. Al calor de las heladas, me confesó su secreto:
- Es la miel del chumelito – me dijo a modo de confesión – la que me salvó del matasanos.
- ¿ Cual dice? – pregunté yo en forma espontánea.
- ¡La miel de chumelito, hijo!. Esa que tengo en aquella alacena- dijo señalando con su dedito arrugado para una estancia llena de hierbas y
otras cosas que utilizan los brujos y los médicos homeópatas.
- ¿ Puedo verla?- pregunté, y sin esperar respuesta, me levanté en
busca del dulce milagro del chumelo.
Ahí estaba. En un envase de plástico, recordando las gotas oftalmólogas que venden en las farmacias.
- Cuarenta y cinco pesos me costó el botecito – me confió ella- pero fueron bien gastados. En mi infancia, los chumelitos hacían la miel en
el tronco de un árbol, pero ahora hay pocos.
Así iniciamos la plática de lo acontecido. En la visita al médico, le vieron el ojo con un montón de aparatos y cosas raras. Luego de
revisarle un par de veces, vino la sentencia:
“Increíble doñita, pero tiene el ojo bien limpio. No hay necesidad de operarla”.
Así había dicho el galeno. Ante mi pregunta si ella había contado su tratamiento homeopático, me dijo que no.
- Los médicos no creen en esas cosas. Esos solo creen en la cuchilla, y
ya está – y todo eso sonó como alguien que tiene una operación escondida en algún lugar de la memoria y olvida que un doctor vende la miel de chumelo.
Miss Antaño 1987 me confiaba el milagro de las gotas de miel en su ojo:” Arde como no tenés una idea. A Dios gracias, ya terminó todo. Ahora le prendo una candelita a la virgen para que me salve de otros percances”
En el frasco, leo: Eco-life. Dr. Roberto Carlos Galvez. Miel de
Chumelito. Y pensaba cómo era posible que un médico se volviera
chumelito e hiciese miel tan rica, o se hiciese rico con la pobre miel
de chumelito. Lo que sí es cierto, es que a Doña Fidelia le funciona.
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